Antalya tiene ese carácter de las ciudades de costa
mediterránea, una parte mira al turismo de buen tiempo, y la otra está atareada
en sus quehaceres.
La ciudad vieja, abrazando un pequeño puerto, está
convertida en un bazar. Un par de edificios interesantes y todo lo necesario
para ser la sede de “Verano Azul en Turquía”.
Encuentro un “Otel-Pansiyon” y regateamos un precio para un
par de noches que terminarán siendo cuatro. No tienen ni idea de inglés, ni yo
de turco, pero hay buen rollo. Casi me obligan a meter la moto en el jardín
trasero. No está a cubierto, pero la sensación de seguridad es mayor, aunque
hasta hoy no parece necesaria.
En este patio tienen un garito acristalado para las
narguiles donde vienen a fumar los lugareños. El bar cuenta con cervezas,
televisión, juego de tabla y el eterno “çay” (léase chai). Un chico prepara las
pipas con el “tabaco” solicitado, coloca los carbones y con una boquilla propia
da las primeras boqueadas hasta que está listo el tiro. El aroma es fragante, volátil, y se disipa muy deprisa
entre borboteos y crujidos. No he visto a esta gente compartir las cachimbas en
este tipo de local, además casi todos llevan sus boquillas, y lo normal es la
charla sosegada. Tal vez si el ambiente es más festivo lo hagan. Por mi parte,
jugué un poco a la tabla y escribí un rato.
Paseos por la ciudad y algunos encuentros interesantes.
Mucho turismo alemán de una tarde para ver la puesta de sol en el embarcadero.
Todos los días tienen el mismo regusto, pero las caras son ligeramente
diferentes. Las actitudes: calcadas.
Día libre para unos currantes de hostelería. |
He terminado cayendo en la trampa de las agencias de turismo
que tramitan visados. Son como los buscavidas de las fronteras, pero esta vez
lo hacen todo desde oficinas, y todo el contacto que tienes con ellos es
virtual. Se limitan a conseguirte un “código” que implica un reconocimiento
dentro del país de destino. Con este número en la embajada de turno te atienden
como si estuvieras patrocinado. Lo malo de este procedimiento es que solo sirve
para el tutelaje, no implica ninguna relación contractual con la delegación,
así que el visado no está garantizado.
Desde aquí muchas gracias a Jorge por las gestiones en
España.
Para complicar más el asunto, en Turquía, para efectuar un
ingreso necesitas el cif del país. Y claro los operadores de turismo tienen la mala
costumbre de querer cobrar cuándo prestan sus servicios. En la primera
transacción, después de entender la situación bancaria, la cajera usó un cif
turco que no sé si al finado le parecerá muy bien, pero completamos el trámite.
Para la segunda, un par de días más tarde, me indicaron que
era mejor buscar una persona que me hiciera el favor, y que también podía usar
los cajeros, pero seguía necesitando el cif local.
Entonces decidí pedir ayuda al propietario de una pequeña
pizzería: Alise Pizza.
Alí, trabajó en Austria unos años, y hace solo cinco meses
que volvió al terruño. Se trajo a su mujer austriaca y a sus dos hijos, el
chico de diez y la niña de cinco. El establecimiento tiene un aire un poco más
europeo que los circundantes, y está completamente fuera de la zona turística,
salvo que quieras pasear media hora hacia ningún objetivo visitable. Tiene
buena conexión wi-fi y pasé allí unas horas entre cenas y tisanas.
Alise Pizza: Ali, Habip, y el menda |
El trato pasó de ser amable a indagante, y como me enrollo
más que las persianas terminamos charlando largo y tendido, viendo fotos y
videos.
En Turquía todos los negocios de comidas y bebidas tienen la
implícito el envío a domicilio. Para esa labor contaba con Habip, un tipo muy
salado pero que por desgracia no hablaba inglés.
Le planteé la situación del banco, y como él lleva poco
tiempo “repatriado” tampoco estaba acostumbrado a la operativa, y Habip se lo
confirmó. Creo entender que hablaron de que lo hiciera Habip, pero este alegó que
si había alguna incidencia no iba a poder explicarse.
Y sin más cogió la moto de reparto y nos fuimos al cajero,
sin casco. Curiosamente los cajeros aceptan dinero en billetes, y también
entregan monedas. Fabuloso.
Lo conseguimos tras un par de intentos y volvimos a la
pizzería a por unas infusiones de tisana y a seguir hablando del mundo. Esa
noche no me dejaron pagar la cena. No me sentí del todo cómodo, pero no hubo
forma de que cambiaran de idea. Cabezotas.
La verdad es que mirando atrás me han invitado demasiadas
veces, y aquí no incluyo el tema familiar o de amistades, que daría para otro
capítulo.
Cenas y desayunos en Grecia, y cenas y comidas en Turquía. Gente
que no nos conocemos de nada, y ahora apenas hemos entrevisto el barniz de cada
uno.
Al fondo Monte Hasan: 3250m de altura |
Entre los turcos lo del té empieza a ser muy habitual. Son
incontables las veces que no me quieren cobrar. Cuando entro en las “cafeterías
de viejo” y termino un par de horas escribiendo o preparando fotos, o solamente
entrando en calor con un par de tés, me desean buen viaje y no me dejan pagar.
Si pregunto en una gasolinera por “çay” me preparan uno de los suyos y… güle
güle. Y en todas partes el intento de comunicación es exagerado, en varias
ocasiones termino balbuceando con alguien que habla alemán, mucho más frecuente
que el inglés.
Pongo rumbo a la Kapadocia, pero tardaré algunos días en
llegar. Mantengo el modus operandi y voy haciendo paradas en el camino.
La lluvia vuelve a ser una compañía no del todo
gratificante, pero al menos en esta ocasión no viene Eolo.
Aspendos |
No muy lejos está el
teatro de Aspendos. Puede que se trate del teatro romano mejor conservado con la
skena de tres pisos completa. Realmente es sobrecogedor. Llegue al mismo tiempo que un autocar y el lugar se
llenó, cobró vida, parecía dispuesto a albergar una nueva representación. Las
paredes palpitaban de emoción, los asientos casi se esponjaban en un intento de
ser amables, la lluvia parece que terminó de encontrar su localidad y ninguna
gota se movía, se olían los afeites de los actores exudados por las paredes, el
aire se disponía a vibrar con los versos de Eurípides, Esquilo, o tal vez de
Plauto o Terencio.
Y todo se esfuma.
En las excursiones programadas los turistas están muy
pastoreados y al poco tiempo me encontré solo y sin espectáculo. Volví a cantar
algunos versos y salí de allí un poco alicaído.
De un tiempo a esta parte la presencia de alemanes es casi
la única en los monumentos. Cuando ven la moto se rompe el mito de la frialdad
teutónica, y en los rostros se aprecia incredulidad la mayor de las veces y
simpatía en las demás. Siempre hay alguien dispuesto a intercambiar algunas
palabras, lo más llamativo ahora no es si viajo solo, sino por qué en esta
época. Las mujeres son más afables. Tal vez el sentimiento de protección las
conmueve, me siguen tratando de hijo o muchacho, y algunas serán de mi quinta,
aunque es cierto que priman las pensionistas. Igual es porque el subconsciente
les indica que estoy enfermo de la cabeza, jes jes.
Al fondo Monte Erciyes: 3916 m. (prominencia: 2420 m.) |
El camino se adentra en el interior de la península. Vuelvo
a subir puertos entre montañas caóticas y se siente el frío que se va abrazando
a mí en cada curva, abandona los pinares para que le lleve de paseo, y me lo
llevo puesto hasta alguna cafetería. En los altos no he vuelto a ver
termómetros, pero se nota que el abrazo quiere ser mordida. Se están gestando
las primeras nieves, y aunque todavía la temperatura en la meseta es de unos
diez grados por el día, por la noche se intuyen los cero.
Cuidense,
Marne
Sin salir de Barcelona tu tío Jami y yo poniéndonos de birras como cada año y acordandonos de ti nos das envidias mal sanas pero entiendo que tu escribes tu destino en lo posible. Un beso
ResponderEliminarAtt gogui y Jaki