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lunes, 26 de noviembre de 2012

Cuarta avería




A Grecia la doy por concluida. Como todo en la vida sé que hay mucho más por conocer, pero para una toma de contacto ya está bien. La próxima vez intentaré alguna de las islas.

¿Sabéis ese de un español, en este caso de León, que va por el medio de Grecia en moto y atropella una cabra? Yo tampoco, pero conozco al de la moto: el que suscribe.

Cuántas veces oímos lo de tener cuidado con los animales en la carretera. Sí es cierto que soy un poco despistado, y es cierto que bajo la guardia cuando estoy cansado, o cuando estoy disfrutando del paisaje.

La cosa fue tal que así:
Un día con brumas altas que no dejan que calienten los rayos, pero se agradecen las gafas de sol. Carretera secundaria en una zona de colinas, con el asfalto aceptable. Curvas amplias, visibilidad media, tiempo fresquito para la moto, unos quince grados. Voy oscilando al compás de las trazadas y pensando en Turquía.
Pelo de cabra en la bisagra
Unos metros más adelante, a la salida de una curva, un pastor con su rebaño a la derecha de la calzada. Me da tiempo a saludar al pastor mientras aminoro. Cuando ya casi los he dejado atrás una cabra sale del otro lado de la calzada. Trayectorias coincidentes y colisión. La maleta izquierda golpea a la cabra y la derriba. El impacto suelta algunos anclajes y la maleta cae al suelo, pero queda sujeta por el último y la voy arrastrando. La moto se desestabiliza y me concentro en terminar de frenar sin caerme.
Con la emoción no hice una foto de cómo quedó tras el golpe. Solo después de volver a fijar los anclajes se me ocurrió que era un episodio de los que sí hay que contar. Fue más el susto que otra cosa, en cinco minutos estaba otra vez en marcha.

Abrasión
Pero eso no es todo. Es como si Grecia pensara que me voy a olvidar de ella si no me da un par de sorpresas de despedida.
Alrededor de las cuatro llego a la frontera con Turquía después de pelear todo el día con un viento espeso. He dado bandazos esforzándome por seguir la trayectoria de una forma fluida. No he pasado de ochenta en un intento de que los golpes no sean muy acusados. Pero en la tierra de Eolo los mortales no pueden nada contra los dioses.
Salgo de Grecia, pero sin entrar en Turquía. Estoy en tierra de nadie.
En un oportuno Duty Free hay un cajero automático que permite sacar libras turcas o euros. Aprovecho para hablar con unos vendedores y preguntarles cuatro palabras en turco. En esto que entra otro vendedor y me dice que mi moto se ha caído. Llevo el casco en la mano así que para identificarme lo tiene fácil.
Salgo fuera y contemplo la victoria de Eolo, la moto está en el suelo, y la mochila está tocando la aleta de la rueda delantera de un coche.

Quito la maleta que queda accesible, y desmonto el “caracol”. Un par de concurrentes me ayudan a levantar la máquina.
El conductor del coche está tranquilo, pero me indica una pequeña hendidura en la chapa. La observo y no parece que mi mochila haya podido hacer eso, pero el hombre me dice que lo solucionamos con cien euros. Suena la alarma y esta vez sí hago caso. Gano un poco de tiempo y examino la moto.
Horror, la maneta del freno está rota.
Ahora sí que voy a necesitar tiempo.
El hombre sigue insistiendo en que con cien euros lo zanjamos. La situación es extraña. La conversación es en inglés con un espectador que hace de interprete para el conductor griego.
Le digo que tengo seguro y que está para estas cosas. Él pide dinero y que no me mueva. La alarma pasa a defcon2. Le explico que mi avería es más importante que la suya y que necesito una grúa para poder moverme y que no pienso ir a ninguna parte. Insisto en el seguro. Entonces se va a buscar a un aduanero.

Restos
Mientras, me hago una composición de lugar.
Entrar así en Turquía no me parece muy conveniente. Puedo ir sin freno delantero algunos kilómetros, pero con la moto tan cargada no es muy buena idea, y además no sé como estará el tema de repuestos. Si entro de esta forma lo mismo unos pocos se transforman en muchos con días de por medio. Grecia sigue estando en la CCE y ya entiendo un poco como moverme. Turquía de momento no, y tampoco sé nada del país. Hago memoria y recuerdo que en Alexandrópolis he visto varios talleres de motos y la población es medianamente grande. La dejé atrás y estará a unos cincuenta kilómetros. La noche va cayendo y decido que ya que voy a hablar con el seguro que me envíen una grúa. Turquía tendrá que esperar a mañana… por lo menos.
Viene un aduanero con el conductor, y se repite la conversación. Pide dinero y yo le digo que el seguro o nada. Me comenta el aduanero que llamar a tráfico llevará un rato y que tal vez sea más fácil arreglarlo con el dinero, según sugiere la otra parte, pero me enroco. En mi línea le comento que no tengo prisa, que necesito una grúa y que tengo tiempo de sobra. Les dejo que llamen a tráfico mientras yo contacto con el seguro.

Pero llamar por teléfono resulta que se complica. Solo encuentro un terminal público, y funciona con tarjeta. Acertasteis, no tengo tarjeta de teléfono.
Entonces el dependiente con el que hablé antes, Panaiotis, me pregunta que como va lo de la caída de la moto. Le informo del desaguisado y le pregunto por otro teléfono. Me dice que no hay, pero que espere cinco minutos y me deja el de la tienda. Le digo que la llamada es internacional y él que no hay problema.

Precisamente mientras estoy hablando con el seguro llega la patrulla, no parece que haya tardado tanto, me sonrío. Les digo por señas que termino la llamada y estoy con ellos. Hablar con la compañía es relativamente fácil, el único inconveniente es precisar el lugar del incidente para que ellos busquen una grúa.
Me piden un teléfono de contacto y les digo que no tengo, probarán a llamar a este, el de la tienda.

La pareja de tráfico, rellena el parte. Nos intercambiamos datos y en el espacio para la descripción nen que el aire ha tirado la moto. No hablan mucho inglés, y el parte está en griego, pero Panaiotis me confirma que lo escrito es lo correcto.

Cuando terminamos las formalidades me instalo en la cafetería, para esperar la grúa. La amabilidad del dependiente es excesiva, me invita a un café para entretener la espera y me acerca el teléfono el par de veces que llama el seguro para preguntar si ha llegado la asistencia, y que están gestionando un hotel por si lo necesito. Panaiotis me dice que hice bien en no aceptar el pago del dinero, que al final de la conversación con la patrulla el griego les explicó que era chapista. Picaresca griega frente a cabezonería española.


Servidor y Panaiotis

Finalmente llega el auxilio. Como estoy en tierra de nadie resulta un inconveniente que el camión cruce el puesto fronterizo, porque tendría que hacer todo el trámite de salir y entrar. De nuevo Panaiotis al rescate, les comenta a los aduaneros la situación, aunque ya están sobre aviso por la charla que tuve con uno de ellos. Me permiten sacar la moto en sentido contrario por el puesto sin tener que hacer nada.

El conductor, Fotis carga la moto, y se trae un ayudante que habla inglés, supongo que por petición del seguro. Panagis (juro que no me invento los nombres) me pregunta que si es cierto que vengo desde España en la moto. Desde Atenas sí se nota cierto asombro cuando confirmo la procedencia.

Nos dirigimos a Alexandropoli y mantenemos una conversación animada. A medio camino, hay una población con un taller a pie de carretera, me preguntan que si quiero probar suerte. Paramos, Panagis explica la situación y uno de los mecánicos se acerca al concesionario de al lado. Minutos después trae una maneta de freno. Me dice que no es original pero que sirve. Confirmo con el pedazo que llevo en el bolsillo que sí, que me vale, bueno, a la moto.

Le digo a Fotis que no baje la moto todavía, tengo que hablar del precio. Panagis va traduciendo, piden dieciocho euros, pregunto que si montada o solo la pieza, que montada, les digo que está bien. Entonces empezamos a bajar la moto, pero Panagis no tiene claro si me ha dado bien el precio. Tratamos de aclararlo con la libreta. Piden ochenta.
¡Quieto todo el mundo!
Ahora sí empiezo el regateo, que eso es mucho dinero. Alego que en España no cuesta ni la mitad. Que esto no es España, que es un buen precio, que la maneta es mejor que la original, que si ya es tarde y que en Alexandrópolis estará todo cerrado cuando lleguemos… Entre la espera en el café, cargar la moto y el trayecto son las siete pasadas, hace una hora que ya es de noche.
Los operarios no se bajan de la burra y termino pidiendo el precio de la pieza, que ya la cambiaré yo. Setenta.
¡A cagar!
Volvemos a cargar la moto con el consiguiente enfado de Fotis, y el sentido de culpabilidad de Panagis por el malentendido.

El resto del camino transcurre con un poco de tensión en la cabina. Trato de aligerar la situación, y les digo que tal vez si fuera rico, alemán o americano hubiera pagado, pero que soy Cazurro.

Llegamos a Alexandrópolis. Por supuesto el taller está abierto. Por veinte euros me cambian la maneta y me dan un poco de conversación.

De nuevo a la carretera para buscar un sitio donde dormir.
Mañana Estambul.

Cuidarse,

Marne





miércoles, 21 de noviembre de 2012

Grecia III

A vuestra salud



Grecia da para mucho.
Ahora que sí hago turismo estoy menos tiempo encima de la moto.
Se suceden los encuentros y me empapo del ambiente. Hay una serie de sensaciones que son propias y difícilmente transferibles porque se cimientan en mi trasfondo vital. Tendría que narrar y destripar demasiadas cosas que aburrirían a cualquiera.

De un tiempo a esta parte noto que las emociones son más vívidas, es como si se cayeran capas de la coraza que nos ponemos para ir por el mundo y no dejar que nos afecte demasiado el entorno,  y conseguir que las experiencias que tenemos no nos estremezcan demasiado. Es la búsqueda de la seguridad emocional al precio de entumecer el sentimiento.

En la acrópolis coincidí con varia gente que hablaba castellano. Recuerdo de forma especial a una familia y allegados de Móstoles. Estuvimos arreglando el mundo un rato justo en la cuna de la democracia. Y nos hizo gracia la coincidencia. Parecía buena gente y pasamos un rato agradable aunque el motivo de la conversación distaba de la tranquilidad.


Ónfalo
La siguiente visita fue Delfos, dónde pretendía consultar el oráculo, pero llegué más de dos mil años tarde. Había salido.
El centro del mundo, el ónfalos u ombligo del mundo, que es una piedra arrojada por Zeus.
La mitología cuenta que para saber dónde estaba el centro del mundo Zeus creó dos águilas de oro y las hizo volar desde el extremo del universo, allí donde se juntaran estaría el centro del mundo. Se posaron en las dos cimas del monte Parnaso, y al pie de la montaña arrojó una piedra para marcarlo.
Vaya manía que tenían los griegos de hacer las polis en lo alto de colinas y sitios no muy cómodos de pasear, pero supongo que fácilmente defendibles.

Teatro
Aproveché para cantar un poquito en el teatro, y no me importó no recibir aplausos. Hubiera sido una sorpresa entre otras cosas porque estaba vacío. Algo tan simple como unos versos en el teatro me tuvieron con la sonrisa en los labios días.
Recuerdo la Fuente de Castalia porque allí llené de agua mis recipientes, una botella de litro y medio, y una bota de vino, un regalo que me hizo en Barcelona otro buen amigo, Bernardo. Tenía vino, pero se acabó hace kilómetros, así que la lavé, y después de unos litros un poco saborizantes, el agua ya está estupenda.
La visita a Delfos realmente la termino en Estambul. Pero esto ya lo contaré en su momento.

Termópilas
De aquí directo a Meteora, pero los planes cambian cuando paso por un letrero que dice: Termópilas.
Y entonces sí que entendí lo de la batalla de las Termópilas. No sé lo que os habrán contado en el cole, hayáis leído en los comics o sus adaptaciones cinematográficas, pero la verdad es otra muy distinta.
No estaban defendiendo ningún paso crucial contra Jerjes, estaban protegiendo las Piscinas Termales, las termo piletas, las termopilas. Claro que la historia es más emocionante como está.
El caso es que había varios camioneros allí parados y lo más importante, un grupo de muchachos acampados.
La respuesta era evidente, pero tenía que preguntar si habría algún problema por acampar allí. Ellos venían de Atenas a pasar el fin de semana y ya tenían montada su tienda. Luego me enteré que lo hacían un par de veces o tres al año.

Georgios, Spyros, Pablo, Helena, Andreas
Eran cinco: Georgio, Pablo, Spiros, Andreas y Helena.
Me invitaron a cenar, ya tenían la parrilla en marcha y no me dejaron terminar de montar la tienda. Los tres últimos hablaban inglés. Y sobre todo Spiros, que además es músico, con lo cual hablamos largo y tendido.
Por la noche bañito y risas. Afortunadamente ellos estaban de empalme y pudimos acostarnos a una hora prudente. Si no, supongo que la noche hubiera sido larga y el día siguiente lo pasaría con morfeo.

Desayuno, bañito, recojo el campamento y me despido de los muchachos.
Esta vez sí, Meteora y sus templos. Bueno, los que quedan, porque en la segunda guerra mundial la resistencia griega se refugió en la zona y los alemanes destruyeron alguno de los monasterios.

Sesión
Una de las visitas más impactantes ha sido la de Vergina y las Tumbas reales, entre la que se encuentra la de Philipos, padre de Alejandro. No hay fotos porque no dejan, pero el tesoro que se encontró es realmente fantástico, os invito a que por lo menos echéis un ojo en internet, o al estilo tradicional, en alguna enciclopedia. Como estaban sin profanar hay una colección de coronas, armas, vajillas… simplemente delicioso.

Luego rodar hasta Tesalónica que está plagada de iglesias ortodoxas, paseo marítimo de “gente bonita” y donde confirmo que las griegas tienen aceitunas del egeo en vez de ojos, que pasan del azul al verde, hasta el negro casi rojo.

En Loutra Elefteron me desvié a un complejo termal abandonado. Lleva unos cinco años “cerrado”, pero todos los edificios están saqueados y abiertos. El saqueo no es total, pero llegando con la anochecida da pavor. Di una vuelta y un parroquiano me contó un poco, diciendo que ahora las instalaciones pertenecen a un grupo Belga, pero que el prefiere disfrutar de los baños así, supongo que porque es gratis. Casi me baño, pero por la hora preferí seguir viaje.
Al día siguiente encontré otras nuevecitas, y ahí sí que me di un bañito antes de dirigirme a la frontera de Turquía. 

Cuidarse,

Marne






Un águila en cada pico

Templo de Apolo y base del Trípode de Platea

Noche de "hotel"

Meteora

Tesalónica

Beso

León de Anfípolis

Agios Nikolaos (Lago Vistonis)

Kabala

Sta Sofia de Tesalónica


domingo, 18 de noviembre de 2012

Grecia II


Grecia II

Está hecho una ruina
La llegada a Atenas ha sido un poco desastrosa. Tenía una referencia de un par de hostales baratos con baño compartido y/o habitaciones comunales. Pero quedaban en las inmediaciones de la Plaza Sintagma y claro, en todas partes cuecen habas. Aquí debe haber manifestaciones todos los días y la gente se toma con bastante calma lo de los desvíos y los atascos. Para un neófito es un poco más complicado, me sacan del mapa básico que llevo, y me pongo a dar vueltas para llegar al mismo sitio.

 Me tomo un tiempo, o más bien una Mythos, en un bar con wi-fi. Caen las primeras gotas de lluvia ligera en una plazoleta repleta de tenderetes; unos son de las terrazas de los bares, y algún otro, de puestos de fruta. Cómo nos gustan los mercados, las tiendecitas, ultramarinos… y qué pronto nos vamos a los grandes centros comerciales e hipermercados. Parece que nos bastara el colorido, el ambiente, y nos daría igual si la mercancía fuera de pega mientras el atrezo fuera convincente.

La calle se moja y mi garganta hace lo mismo con un toque amargo e intenso de una  cerveza que me sienta “de fenómenos”. Me alegra encontrar a una amiga en el chat y nos ponemos un poco al día. Ya se notan los días alejado de casa.

La noche cae muy pronto y a las seis ya está oscuro como boca de lobo, actualizado mi mapa de situación me pongo en marcha aprovechando que ha dejado de llover.
Error, era la calma antes de la tempestad. La manifestación continúa mientras me refugio bajo un paso elevado del metro de Atenas que cuenta con solo tres líneas. La tromba es impresionante, y cientos de motos hacen lo propio en galerías y tejadillos. Algún valiente pizzero se zambulle en su trabajo, hoy compañero de Neptuno.

Las descargas son continuas, apenas algún respiro para notar que cambia la intensidad.

Stratos con un servidor
Por fin se calma, y esta vez sí llego al albergue. En recepción me atiende Estratos. Estará en los sesenta y conectamos de  inmediato. Es un viejo motero y charlamos un buen rato al tiempo que me registro. Me dice que en Turquía hay carreteras fabulosas… y otras no tanto. La hermandad motera me deja un cuarto para mi solo a precio ridículo para dos noches, con tortitas en el desayuno y wi-fi gratis.

Durante casi tres días aprovecho para ir a la Acrópolis, al museo arqueológico, al estadio de las primeras olimpiadas de la nueva era… y para hacer el pardillo.

Un provinciano en la capital.

Saliendo sobre las seis y media, de la Plaka, el barrio antiguo, rumbo al estadio olímpico de la nueva era me preguntan una vez más por la hora en griego, como tantas veces se inicia un diálogo en chapurreado anglófono. Esta vez el paisano no parece tener prisa, y aunque nuestro inglés no sea muy bueno nos vamos entendiendo. El hombre termina por sugerir que tomemos una cerveza. Adelante. Seguimos hablando, pero el hombre cada vez parece tener más prisa.

Esto amigos es una señal de alarma, pero no presto atención. Seguimos un poco más y nos vamos desviando del estadio, hemos pasado un par de cafeterías. Esto, es la segunda alarma, pero también la ignoro. Continuamos caminando aunque ahora en silencio. Esto amigos es ya la tercera señal de alarma, y sigo sin querer verlas. Vaya mentecato. Finalmente entramos en un garito con música rock amable, desde U2 hasta Bon Jovi, cuadros amplios de Elvis y Marilyn. Detrás de la barra un paisano y una joven, y de este lado un tipo en la esquina y dos chicas charlando. El hombre saluda a la concurrencia, obviamente viene por aquí a menudo. Pienso en el Puzzle (bar de amigos dónde echamos muchas horas). Mientras saluda me quito la mochila y la chaqueta. Charla un poco con la pareja y luego se gira hacia mi nuevamente, nos pedimos sendas cervezas. El hombre alterna la conversación conmigo y una de las chicas hasta que entramos en una conversación a tres. Patatin patatan de dónde eres y a dónde vas, que si me puedo tomar algo con vosotros, que sin problemas, que pide champán.
Cazado.

Menudo pardillo. Según pide champán veo la luz. Bar del alterne sin clientes y sin casi chicas, acaban de empezar la tarde y no han llegado todas. Sin dejar de sonreir me pregunto por qué no hice caso de las alarmas. Ya es tarde para cambiarlo, no me agobio mucho y dejo que transcurra el embolado. Solo tengo claro que no me sacan otra copa a ya veremos que robo-precio. Está todo claro, el gancho se aparta sutilmente mientras seguimos la conversación.

Los que han bebido algo conmigo saben que soy lento. Por el contrario, la chica termina la copa en un suspiro. La conversación continúa. Y empieza a pregúntame si la invito a otra. Muy amablemente le digo que ahora le toca a ella pagar la ronda. Ji ji, ja ja, que si pago esta, ella invita a la siguiente. Yo me hago un poco el tonto y que si no he terminado mi birra. Entre tanto, el gancho se acuerda que ha dejado la plancha encima de los pantalones o lo que sea, que en griego todo me suena igual, y se marcha indicando que su cerveza ya está pagada.
La cosa deriva en que si no pago otra ronda ella se va con su “amiga”. Me ha gustado la conversación, pero que no puede ser.

El camarero saca la cuenta: 35€
Digo que un poco caro y tal. Como no he acabado la cerveza le digo que vale, que me deje la cuenta. Que aunque ella no tome nada más yo me termino mi consumición tranquilamente. Ella se medio disculpa, alega que es su trabajo. Le digo que no hay problema, que no pasa nada y me hago la victima. Le cuento que ahora no tengo prisa, que me termino la birra y me piro al hotel sin cenar, que me han roto el presupuesto. Saco unos panfletos que me dieron en la oficina de turismo y me pongo a consultarlos mientras voy acabando.
Pasado un rato se acerca la chica y me dice que ha hablado con el jefe y que lo dejamos en 20€, que vaya pena no habernos conocido en otras circunstancias.
Alucinante.
Resumen: una cerveza 5€, copa de champán 15€; pero pensándolo bien también estoy pagando la cerveza del gancho, copa de champán 10€. Si al final no va a ser tan caro.


 Cuidense,

Marne