Estamos a mediados de Octubre, y Alemania es verde y oro.
Entro por el valle del Mosse (para los que estudiamos geografía en EGB uno de los ríos navegables de Europa, el Mosa) al otro lado del río, Luxemburgo. La lluvia se sigue presentando a la hora del té, como en Francia. Así parece que el tránsito se hace menos abrupto.
Me dirijo hacia Solingen, una de tantas poblaciones que orbitan alrededor del eje del Rin y su megalópolis: Colonia, Düseldorf, Bonn, Leverkusen, Wuppertal… Allí me espera parte de la familia.
Escondite para casas |
La última noche la pasé cerca de Dijon, por lo que haré noche antes de enfrentarme con la urbe. No llevo navegador GPS, solo mapas, y necesito estar descansado para mantener la orientación cuando me sumerjo en los nudos de autopistas, rondas y carreteras. Sé que me equivocaré alguna vez, y dudaré muchas, pero así se afianza mi concepto geográfico de la zona. Otra forma de aprender.
Cae la noche camino de Tier, en terreno alemán. Me aparto un poco de la carretera por un camino secundario, y tras unas dudas originadas por el terreno muy mojado encuentro un sitio aceptable para poner la tienda.
Y para carteles |
Increíble el trato por parte de la familia. Muchas gracias a Verónica, Sandro, Oscar y Ana. Me quedo en su casa varios días, disfrutando de su recibimiento y cariño, y esperando respuesta de unas amistades en Berlín y Varsovia.
Uno de los días nos acercamos hasta Polo, en Wüpertal, una red de tiendas para motoristas. La idea es comprar un cojín para el asiento. Quería comprarlo en Barcelona, pero la sucursal de la tienda que había visto estaba cerrada, y a los franceses no parece que les hagan falta. En un par de tiendas no tenían nada parecido, me proponían retapizarlo.
Como mi prima es, cuando menos, bilingüe, preguntó por el cojín, y les comentó que estaba de viaje largo-largo. Tras la sorpresa y las sonrisas, me atendieron amablemente, y para finalizar me regalaron varios botecitos de aceite para la cadena y otros de un spray para la limpieza de no sé muy bien qué. Charlamos un rato en inglés y me desearon suerte y buena ruta. Qué agradables.
La gente de la tienda de Polo en Wupperal |
Se me pasó el tiempo casi sin darme cuenta de tan a gusto como estaba. Pero los días mejoraban, las nubes estaban exprimidas, el sol se enseñaba tímido. Y llegó el momento de partir.
Salí sin noticias desde Berlín ni Varsovia. Puse rumbo a una ciudad fascinante, y cambié de idea.
Estuve hace unos años y sé que me quedó mucho por ver, pero sigo con la idea de no hacer turismo por Europa.
Lo más duro fue renunciar a las visitas. Gente que te apetece ver pero que el tiempo y las distancias alejan inexorablemente. Tal vez las redes sociales me pudieran ayudar en ese aspecto, pero ya expliqué mi reticencia a ellas.
Rumbo al sur.
Paso la noche meto por un caminito en un bosque y me cruzo con un zorro a la luz del faro. Los germanos tienen una conexión con la naturaleza interesante. Parece que los bosques son parte de las poblaciones. Se adivina la fuerza de la vegetación inundando cada rincón que queda libre. Pero todo está "pastoreado", no da la sensación de que haya algo "salvaje" en toda esta organización, cada rincón está planificado para la explotación forestal y/o cinegética. Y a ahí estaba yo, preparando la tienda y de repente pim pam pum, oigo disparos. Veo unas linternas a lo lejos. Me dirijo rápidamente a ponerme mi frontal que hasta ahora no usaba. Para estos menesteres basta esperar un poco en la oscuridad y los ojos se adaptan a la luminosidad, que suele ser suficiente para tareas no muy precisas. Desde este momento confío en que no disparen a un animal con linterna. Me doy un poco de prisa para meterme pronto en la tienda y dificultar la confusión.
El día después hablo con el agente forestal o con el dueño del coto, no lo sabré nunca. Le habían telefoneado. En una mezcla de italiano-alemán y de italiano-inglés me confirma que estaban de caza y me preguntaba si iba a estar por allí muchos días porque la espantaría. Curiosamente no era para echarme, sino para avisar a los cazadores. Pero le expliqué que estaba en ruta y me dejó terminar el desayuno.
Carreteras secundarias alemanas buceando entre todas las tonalidades imaginadas del otoño, desde verdes perennes a una paleta de ocres y rojos.
Me acerco al Tirol y a mi primera visita a los Alpes.
Marne